La fase final del reto está muy cerca, y esta semana hay dos expulsiones, cada vez somos menos y es probable que esta semana sea la última en la que pongo la etiqueta «el reto blogger» en las entradas de este año (no lo digo en plan martir, quedamos pocos y es probable para cualquiera su expulsión). Por eso y porque yo lo valgo voy a hablar sobre algo que me tiene ocupado durante el último mes. Os voy a poner en antecedentes.
Como comenté en alguna ocasión anterior creo que un futuro no muy lejano nuestra civilización tal y como la conocemos va a madurar y ese avance hará que tenga que dedicarme a otras cosas menos tecnológicas. En ese cambio, donde las materias primas serán más inaccesibles que ahora, la restauración y la recuperación de los objetos, cualesquieran que sean, estarán a la orden del día. Gracias a este pensamiento, a mi formación en diseño industrial pero sobre todo a una dremel que me regaló Ana, años a, en una de mis visitas a Santa Cruz de Tenerife me ha picado el gusanillo de la restauración de muebles. Esa era la idea inicial, luego todo va madurando, el afán de conocimiento me llevo a darme cuenta de que lo que en principio podría parecer algo superfluo tiene mucho más de filosofía de vida que de hobby. Así, para mí, antes no había diferencia entre restauración, recuperación o transformación de muebles antiguos. Cualquiera de estas variantes no deja de ser un reciclado de un producto que en principio estaba listo para ser desechado. La recuperación de un mueble conlleva que podamos volver a hacer uso de el, ya sea en su forma y función original, restauración, o con forma, apariencia y/o función distinta a la original, es decir transformación.
La transformación de un mueble puede ser todo lo sencilla o complicada que se quiera, se trata de una reinterpretación de un antiguo mueble que hará que cambiemos su forma, su apariencia e incluso su utilidad. Es una técnica que requiere de habilidad de trabajo con las manos, pero lejos de ser inaccesible permite con un esfuerzo medio poder disfrutar de una pieza muy personal y generalmente con mayor calidad que la original incluso cuando esta estaba nueva. Como ejemplos podemos poner la utilización de un pie de armario antiguo para convertirlo en un banco o un diván, la recuperación de una antigua mesa de hierro forjado para coser a máquina como una excelente base para nuestras macetas y plantas más preciadas.
La restauración conlleva un estudio, un analisis y un proyecto de restauración muy concienzudo que pondría a prueba la paciencia del Santo Job, en numerosas ocasiones las buenas piezas pueden poner en aprietos al mejor de los ebanistas y roza la categoría de arte. Una pieza restaurada, lejos de tener que parecer nueva debe respetar la apariencia original pero conservando el sabor de los antiguo. Las tendencias modernas tienen como premisas respetar al máximo los materiales originales y que además la restauración siempre pueda ser reversible. Una de las cosas que me ha parecido más curiosas en lo que se llama la técnica del veteado, que consiste en simular la apariencia de una madera noble en una madera más corriente, bien por economía, bien porque la madera original ya es imposible de encontrar.
El uso de herramientas antiguas es una máxima en el gremio por lo que estas, son en si mismo también antiguedades. Un buen restaurador debe dominar las técnicas que permiten trabajar con la madera, los metales y los nuevos materiales, como las resinas, que harán posible que dupliquemos un tirador de una comoda porque más de uno se perdió por el camino. La restauración es una buena inversión, siempre que se deje en manos de profesionales y que como hemos comentado, respete al máximo los materiales originales. El valor de una pieza que tenga más del 20% de nuevos materiales cae estrepitosamente. La restauración no tiene porqué ser de piezas de muchos siglos de antiguedad, existen piezas originales de diseño industrial de principios del siglo XX que tienen un alto valor en el mercado.
Otra cusioridad es que como en otros sectores de objetos de valor las falsificaciones están a la orden del día y que hay artesanos que trabajan únicamente con herramientas, materiales y técnicas de siglos pasados para vender sus creaciones, no restauradas sino creadas desde cero, como antiguedades, y que existen estudios y libros enteros para aprender a detectar estas falsificaciones que, si dan el pego, pueden alcanzar precios millonarios.
Restaurar muebles es más que renovar su apariencia; es preservar historias y darles una nueva vida. Cada pieza restaurada conserva el encanto del pasado y se convierte en una joya única y atemporal.